Crianza y competencia

by - junio 08, 2024

 

Hecha con Ideogram AI

Compartir experiencias de maternidad ha resultado frustrante y muy incómodo para mí porque, a menudo, madres y padres suelen juzgar lo que hago – ya sea de forma sutil o directa – y se ponen como ejemplo para darme a entender que sus prácticas de crianza son mejores. A esta actitud, muy extendida, interiorizada y naturalizada, la he llamado la politización de la crianza, por la argumentación que se usa para anular a los demás y por los círculos donde eso pasa, que son los que me rodean. ¿Cómo podemos entonces despolitizar la crianza de nuestros hijos e hijas?

En primer lugar, la crianza no es un campo de batalla ideológico. Si bien nuestras experiencias personales y sistema de valores influyen en nuestras decisiones como madres y padres, no hay una forma "correcta" de criar. En mi experiencia, tanto en lo cotidiano como en lo profundo, intento que estas decisiones se basen en el amor, el respeto y el deseo de promover la comprensión, así como en apoyar a mi hijo e hija para que alcancen su máximo potencial. Lecciones simples y lugares comunes para un mundo en crisis.

Así mismo, despojo de conceptos y excesiva racionalización todo lo que ocurre en nuestra intimidad: elegir un disfraz, comer una hamburguesa el fin de semana, la música que oímos o las películas que vemos. No quiero ser una mamá “interesante” ni “sabia”. Quiero jugar de forma auténtica y ver Spiderman sin ser juzgada por eso.

La Crianza Como Campo de Batalla


Creada con Ideogram AI


Lastimosamente, la crianza se ha convertido en un campo de batalla ideológico donde madres y padres a menudo opacan las prácticas de unos y otros, imponiendo una impecabilidad ética que anula a las familias "simples". Esta politización ocurre cuando se argumenta con superioridad moral sobre decisiones cotidianas como horarios, dietas, la presencia de un televisor en casa o la forma en que interactúan con sus hijos. Este afán de perfección no solo restringe las emociones de los niños, sino que también les exige reflexiones y actitudes inapropiadas para su momento de vida.

Es raro encontrar conversaciones genuinas y sinceras sobre la crianza; lo que pasa a menudo son retahílas de indirectas y agresiones escondidas que se despliegan como armas, invalidando la experiencia de la otra persona o la otra familia y dando por sentado que la propia visión es la mejor, la más adecuada, la más ética o la más responsable. Esta actitud crea un ambiente de tensión y competitividad que no beneficia, deteriora la amistad y nos distancia. A menudo, me abstengo de contar lo que vivo o compartir mis historias para no salir juzgada. Cuando esto pasa, blanqueo los ojos y guardo silencio. Después cambio de tema.

El Poder del Ejemplo


Más allá del lenguaje, de la música instrumental que oímos, o del cine de culto, el ejemplo que damos como madres es un acto político real, una revolución. Si queremos criar hijos e hijas que sean coherentes, debemos serlo en nuestro propio comportamiento, y ahí me siento tranquila.

Esto significa mostrarles que en casa todos participamos en las tareas, confiar en sus decisiones y escuchar lo que piensan y sienten, hablando de manera sencilla y sin pretender la exquisitez ni la altura moral. Aprender para cambiar siempre, veo en el cambio un valor fundamental. 

Despolitizar el amor, despolitizar el juego, despolitizar la crianza


Un lugar perfecto por su imperfección
Mi familia: Mi lugar perfecto por su imperfección, por su simpleza,
por su desorden

Asumo que lo personal es político, y aunque parezca una contradicción con todo lo que acabo de decir, la crianza también es un acto político. Mi decisión política es la coherencia y la alegría. A las familias que tienden a anular y juzgar, les recomiendo recordar que cada familia es un universo cultural. Juzgar o enseñar cómo deben ser las familias es un acto de violencia. El verdadero acto político debería ser comprender y respetar esa diversidad, permitiendo que cada hogar encuentre su propia forma de amar, jugar y criar en libertad.


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